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Zona Norte, Buenos Aires, Argentina
Psicóloga egresada de la Universidad Nacional de Buenos Aires – Formación de posgrado en clínica psicoanalítica y en el abordaje de problemáticas vinculares – Consultorio en Martínez, Zona Norte Bs. As. - julietamonteros@gmail.com - Tel. 011 15 5451 1868

martes, 3 de mayo de 2016

Un espacio de consulta abierto a la comunidad

Vélez Sarsfield 20 - Martínez - Buenos Aires
Informes y consultas al 011 5451 1868






sábado, 5 de julio de 2014

Escucha a tu hijo y sabrás mucho acerca de ti



En los últimos años se ha extendido crecientemente la consulta a profesionales de la salud mental para la atención de problemáticas de la infancia como así también la difusión de sus múltiples investigaciones. Sin embargo, en muchos de los casos que llegan al consultorio nos encontramos con una gran dificultad al intentar esclarecer el motivo de consulta, es decir, comprender e intervenir sobre aquello que acude en la primera entrevista como preocupación y que conduce el pedido de asistencia por parte de los padres.

Esta dificultad es entendible si se acepta que para muchos padres puede resultar extraño el abordaje psicológico de aquellos conflictos de la niñez que hasta hace poco se consideraban ¨normales¨ o de curso ¨natural¨. También es entendible si reconocemos que en la mayoría de los casos la consulta no surge de la inquietud de la familia o de la demanda del propio niño, si no a partir de la sugerencia de las instituciones escolares o de los profesionales médicos cuando en su área de comprensión no encuentran respuesta para lo que se presenta como problema.

Paralelamente, y adelantándose a toda demanda posible, aparecen también modelos explicativos y prácticas centrados en la precisión diagnóstica y en una progresiva sofisticación terapéutica, que complejizan las modalidades de evaluación para situar de manera exhaustiva todas las conductas y fenómenos dentro de una nomenclatura estándar, que garantizarían la eficacia de un tratamiento también estándar que se le supone a priori a dicha nomenclatura.

Es este escenario que organiza el mundo adulto alrededor de la problemática infantil lo que muchas veces dificulta el esclarecimiento de un motivo de consulta que piense a cada niño en su singular contexto afectivo. Y es por eso que en cada consulta se debe trabajar esencialmente con las verdaderas inquietudes y preocupaciones que puedan expresar los padres, tolerando las tensiones propias de los vínculos familiares y de las exigencias de su entorno, y admitiendo la expresión de los conflictos que se ubican más allá de los condicionantes que circunscriben la problemática en una falta propia del niño.

Escucha a tu hijo y sabrás mucho acerca de ti, es un modo de decir que convoca el compromiso e implicancia respecto de lo que expresa un niño, es una declaración que se dirige a las resistencias de un mundo adulto poco dispuesto a aceptar que hay una infancia que se aleja del ideal de la feliz inocencia. Un mundo adulto replegado sobre sí mismo ante el temor de encontrase con aquello que interroga sus deseos y sus frustraciones, interpelado por los malestares de la infancia, por chicos que se enojan o se entristecen, por chicos que se enferman o no aprenden.

Solo sosteniendo esta incómoda tensión será posible elaborar una consulta para construir una intervención que le restituya al niño su lugar y que sea diferente a la búsqueda diagnóstica de un déficit que se repara con técnicas de adiestramiento o con ¨la pastilla de portarse bien¨. Se trata entonces de asumir ese compromiso y darle forma a un espacio donde el niño podrá alojar su malestar, donde se acepte el tiempo vital que recorre su subjetividad y su relación con el entorno, donde podrá separarse del drama que se escenifica en el mundo adulto para arrojarse al mundo de sus fantasías infantiles.

Lic. Julieta Monteros - Psicóloga - MP 94531

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Yo no creo en los psicólogos, pero que los hay…



Por razones diversas y que han llevado a muchas especulaciones, nuestro país se ubica como aquel con mayor cantidad de psicólogos por habitante en todo el mundo. Un record curioso por cierto, ya que en relación a otros países se dice que la Argentina es de los más rezagados a la hora de consultar a un especialista.

¨Yo no creo en los psicólogos¨, dicen los más escépticos como si la psicología se tratara de una doctrina religiosa que depende  de la fe. Algo de eso puede haber cuando se elige  un profesional para que nos ayude a entender lo que nos pasa, se cree o no se cree que algo sabe acerca de aquello. Y es hasta legítimo y conveniente si es que finalmente decidimos preguntarnos un poco más acerca de lo que nos pasa internamente.

Quizás el primer paso sea pensar porqué es en este momento que estoy en frente de este dilema, porqué siendo que hasta ahora parecía andar todo sobre ruedas de repente la vida se vuelve aburrida, hostil, triste o insoportable. Es muy probable que este momento de cavilación tenga que ver con ciertos ciclos evolutivos como una convivencia,  una paternidad, un abuelazgo. Algunas veces puede relacionarse con situaciones críticas que nos toca atravesar como un desempleo, una enfermedad, una separación de pareja. Y aunque logremos entender que todo esto es parte de la vida misma, cuando algo de esto nos toca no podemos dejar de  culpar  al destino, pensamos que solo nos está pasando a nosotros, que no vamos a poder con ello.

Lo cierto es que, aunque hubiera innumerables motivos que llevan a una persona a consultar a un especialista, cuando nos encontramos  frente a la persona indicada la pregunta que rodeará  todos nuestros conflictos siempre será la misma, ¨ ¿Qué me pasa a mí con esto?¨ Y si en ese espacio privilegiado que se arma entre un paciente y su analista se posibilita el despliegue de la lógica del inconciente, es muy probable que descubramos que no existe pregunta alguna para la cual no tengamos ya una posible respuesta.

Lic. Julieta Monteros

martes, 27 de septiembre de 2011

La agresividad en los niños, chicos malos?

Cuando hablamos de agresividad no podemos dejar de tener la sensación de que se trata de algo malo y, ya sea individualmente o como sociedad, sancionamos en forma negativa cualquier manifestación agresiva y somos especialmente sensibles cuando la agresividad es actuada por un niño. Sin embargo, si nos planteamos entender la agresividad como una tendencia primaria del ser humano que actúa precozmente en el desarrollo del sujeto, quizás nuestra comprensión halle un nuevo horizonte para pensar el fenómeno de la agresividad en general y su manifestación en la niñez en particular.

En principio deberíamos comenzar por reconocer la existencia de diversas formas de la agresividad, porque existe una agresividad que se expresa en fantasías que es diferente de aquella que se expresa en la conducta y una agresividad que se dirige hacia la propia persona que difiere de la que se dirige hacia otros. En el caso de los niños, por ejemplo, algunas veces llegarán a verbalizar sus fantasías de que le pase algo malo a su hermanito y otras veces pasarán directamente a tirarle de un mechón del pelo, en ciertas ocasiones los descubriremos rayando el cuaderno del compañerito de banco y en otras los veremos estropeando el suyo propio. Pero la mayor importancia de reconocer estas diferenciaciones es que nos invitan a pensar en que quizás solo reaccionamos ante ciertas formas de la agresividad que pueden resultar más manifiestas o menos toleradas y que existen otras formas que pueden resultar desapercibidas para nosotros. 

Decir que la agresividad es una tendencia primaria en el ser humano no equivale a considerarla del orden instintivo. Debemos saber que a diferencia de los animales, en el ser humano lo instintivo es abolido desde el mismo momento en que el bebe es tomado en sus brazos por sus padres e ingresado a través del lenguaje en todas sus expresiones, verbales y afectivas, al mundo de nuestra cultura. De lo que se trata en el fenómeno de la agresividad es de una tendencia desorganizadora de la trama psíquica que es propia a la ambivalencia amor-odio de las relaciones afectivas que el ser humano establece con los otros desde su nacimiento, una tendencia que a lo largo del desarrollo madurativo y en concordancia con las exigencias de la vida social irá adquiriendo diversas modalidades y matices pero que nunca dejará de ser una parte constitutiva de nuestra vida afectiva.

En ciertas ocasiones o para algunas personas, esta tendencia agresiva se convierte en el único medio disponible para descargar la angustia y el desasosiego originados por aquellas situaciones de frustración que logran superar las posibilidades de acción que se tiene sobre las cosas. En este caso, las manifestaciones de agresividad pueden perseguir un objetivo preciso y ser acordes a las exigencias de la situación, como en el caso de una reacción defensiva ante un ataque exterior. Pero la justa medida de esta descarga tendrá que ver con los recursos psíquicos y con el umbral de tolerancia de cada quien que, por supuesto, no son iguales para todos ya que dependen del recorrido singular que hayan tenido las relaciones afectivas de cada uno a lo largo de su historia.

Cuando pensamos en la crianza de nuestros niños, es preciso reconocer que nos encontramos frente a un ser en desarrollo y con un inmensa demanda hacia el mundo que es propia de su infinito deseo por descubrirlo y apropiarse de las cosas que lo rodean. Pero también es preciso que aceptemos que otra parte necesaria de su proceso de crecimiento se jugará en su inevitable encuentro con los límites que surgen de la convivencia con otros, ya sean adultos o pares, y que no podemos ni tampoco sería bueno evitarle a un niño este encuentro con situaciones que seguramente resultarán frustrantes a la omnipotencia de su deseo. En tal sentido, se trata mas bien de conducir al niño a encontrar medios más saludables y no destructivos para canalizar su angustia, acompañándolo en la apropiación de herramientas más ricas y provechosas que le permitan ir evolucionando de aquellas manifestaciones agresivas hacia alguna forma de expresión más adecuada a la situación y más rica para su desarrollo psicoafectivo.

Desde ya que el camino hacia el justo equilibrio en el ejercicio de nuestra tolerancia se encontrará siempre señalado por las coordenadas de ese amor incondicional que sentimos por nuestros chicos. Porque no existen chicos malos o chicos buenos sino chicos diferentes, y porque solo desde el amor conseguiremos estar un poco más preparados para enfrentar esas situaciones con las que nuestros chicos nos sorprenden día a día. De esa manera conseguiremos apaciguar nuestros temores y dudas y estaremos en posición de dar lugar a la inmensa novedad que este hijo trae con su propia singularidad, atributo de cada ser en este mundo que lo determina como único e irrepetible.
Lic. Julieta Monteros - Psicóloga - MP 94563

Educación sexual y afectiva para Susanitas y Mafaldas

De ¨eso¨ no se habla, nos decían de chiquitos. Pero la realidad es que ¨eso¨ se habla solo, por más que nos tapemos los oídos.

Por mucho tiempo se pensó que la sexualidad era una cuestión reservada a los adultos, que los niños no entendían nada de esas cosas hasta la vida madura. Y solo cuando Freud se animó a declarar semejante escándalo, pudo comenzar a pensarse en el ser humano como un ser sexuado desde su nacimiento (claro que no de la misma manera que un adulto, quizás eso no se entendió muy bien).

Lo que descubrió Freud, fue que en el ser humano la sexualidad más que una función biológica era una disposición que evolucionaba desde formas primitivas antes de alcanzar la genitalidad o el placer propio de los órganos genitales. La maduración biológica vendría acompañada por la presencia de un otro (para Freud la madre) capaz de acariciar ese cuerpo que el bebé experimenta como fragmentado al nacer, pero que logrará unificarse a partir de esta estimulación que Freud llamó libidinización y que le proporciona al cuerpo un valor erógeno, es decir,  el valor de generar un placer sexual.

Es decir, los niños son seres sexuados desde su nacimiento, sí, pero lo que entienden de la sexualidad tendrá que ver con lo experimentado en su propio cuerpo a lo largo de su desarrollo y con el momento evolutivo por el que están atravesando. Basta prestar atención a esas fantásticas teorías que inventan acerca de cómo se hacen los bebés para entender de lo que estamos hablando.

Con Freud también descubrimos que esta sexualidad primitiva propia de la vida infantil quedaba finalmente sepultada por lo que él llamó represión y que algunas de estas tendencias primarias subsistían constituyendo parte saludable de la sexualidad adulta aunque también manifestándose de manera perturbadora. Será justamente por esta especificidad de la sexualidad humana, infantil y reprimida, que  paradójicamente será además traumática, es decir, difícil de ser hablada.

Pero si bien es cierto que la sexualidad es difícil de ser hablada, también es cierto que por otro lado se habla sola. Porque al ser parte constitutiva de nuestra vida anímica y no solo una función biológica se manifiesta en cada una de nuestras conductas y especialmente en nuestra modalidad de relación con los otros. Sin ir más lejos, cuando un caballero le cede su asiento a una dama y la dama le ofrece una mirada complaciente, cuando la mamá emperifolla el cabello de su niña y peina con gel a su varoncito, se está escenificando no solo la diferencia de géneros sino también la identidad sexual que porta cada individuo.

Por eso es que cuando se debate sobre la fundamentación de la educación sexual, y es en esto donde quisiera hacer hincapié, no debería tratarse tanto de decidir si le hablamos o no de sexualidad a los chicos, sino de reconocer que en todo momento estamos expresando nuestra particular manera de entender y valorar la sexualidad, incluso al acallarla.

Ahora la pregunta del millón ¿Qué podemos hacer los adultos para ayudar a que la vida sexual de nuestros niños y jóvenes evolucione de manera saludable? Y lo primero que se me ocurre es empezar por destaparse los oídos y escuchar como de ¨eso¨ sí se habla.

Desde ya que no se trata de algo sencillo, pero más allá de todos nuestros prejuicios y temores, los adultos nos podemos dejar de estar atentos al flujo de información a la que hoy los chicos acceden, ya sea a través de internet, la televisión, o el propio grupo de pares. Porque si bien habitamos un mundo que se muestra más abierto y tolerante en el reconocimiento de las diversidades, no podemos negar que también es un mundo que se presenta muy complaciente frente al exhibicionismo y la pornografía.

De esta manera, la educación sexual hoy no pasa solo por el ámbito escolar ni por enseñarles a chicos ya adolescentes como se hacen los bebés (seguramente ya lo saben bien). Se trata más bien de poder transmitirles el porqué un señor vestido de mujer se para cada noche en la esquina, de contarles cómo es que a través de un acto placentero es posible contagiarse ciertas enfermedades, de conducirlos a discernir cuando una caricia es una caricia y cuando no lo es, de enseñarles a cuidar de su propio cuerpo, a preservar su intimidad y a respetar las diferencias.

Creo que a esta altura podemos acordar que frente a la educación sexual de los chicos ya no vale taparse los oídos. De eso sí se habla y de la manera más clara y transparente que nuestra honestidad lo permita.

Lic. Julieta Monteros - Psicóloga - MP 94563


martes, 14 de junio de 2011

No existe fuerza en el mundo. Santaolalla

No existe fuerza en el mundo que pueda parar la voz No hay vitamina que alcance cuando del alma es la tos Cuando sabemos lo que tenemos y transparente todo lo vemos No existe bota o zapato que pueda pisarnos hoy Ni rascacielos que rasquen cuando pica el corazón Cuando paramos de darnos cuerda como si nada se abren las puertas No existe ciudad en el globo que pueda atraparme hoy que pueda atraparme hoy No hay suficientes misiles para bajarme la voz Ni reacciones en cadena si no juego de eslabón Cuando los locos se están matando entre las balas me voy silbando No existe sable en el mundo que pueda partirme en dos que pueda partirme en dos

Una familia. Mancha de Rolando



Si algo llegara a pasarme, si yo llegara a caer
guarda en el alma los recuerdos, las canciones
y cuida bien de mi mujer

Yo ya conozco la historia, que nos contaron al nacer
esas cadenas ya no encierran mi memoria
no voy a desaparecer

Hoy me di cuenta que esto ya es una familia
y que nada nos puede separar
vendran las aguilas y dios traera a sus hijos
al rio de la la eternidad

Se que vendran esos tiempos
en que tendremos que saber
si somos unos o si uno es suficiente
si ya dejamos de crecer

Y cuando llegue la hora les juro que no llorare
me ire de prisa adonde el viento me acompañe
riendo como vos sabes

Hoy me di cuenta que esto ya es una familia
y que nada nos puede separar
vendran las aguilas y dios traera a sus hijos
al rio de la la eternidad.

Vos sabés. Vicentico

Vos sabes
como te esperaba
cuanto te deseaba
no, si vos sabes
vos sabes
que a veces hay desencuentros
pero cuando hay un encuentro de dos almas trae luz
vos sabes
que cuando llegaste cambiaste el olor de mis mañanas
no, si vos sabes
vos sabes
del día que tu madre vino
y me dijo con ojos mojados que ibas a venir
cuando el doctor dijo: señor, lo felicito es un varón
cómo poder explicarte
cómo poder explicártelo
el amor de un padre a un hijo
no se puede comparar
es mucho más que todo
no, si vos sabes
vos sabes.
Los observo mientras tu madre te mece
y me hace sentir fuerte
mirarte crecer
la emoción que siento dentro
la comparto en este cantar
con los que miran al frente de noble corazón
cuando el doctor dijo: señor, lo felicito es un varón
como poder explicarte
cómo poder explicártelo
el amor de un padre a un hijo
no se puede comparar
es mucho más que todo
no si vos sabes.